ÚSAME LA LENGUA

Mi vecino es tonto. Tonto de remate. Tiene una hija a la que en la escuela le enseñan tres idiomas y eso, por lo visto, la confunde. Y a él, eso, le supone un problema. Igual al babas televisivo también le intentaban enseñar catalán durante la noche, además de otras cosas (su confusión realmente lo era, un problema). Temas varios aparte, ya que la ley del mínimo esfuerzo es algo que se adquiere con el paso de los años, y que la vagancia extrema no es innata al ser humano, me parece que sería conveniente no limitar el proceso de aprendizaje de una criatura con teorías politizadas sobre su capacidad cerebral. Está demostrada la plasticidad del órgano supremo (y me refiero exclusivamente al que está en la cabeza de quien lo considera tal), y por tanto, bajo entrenamiento, puede desarrollarse aún más (y atrofiarse si no se le hace caso, por supuesto). Es por eso que no entiendo a mi vecino. Ni a mi vecina. Por la chimenea a la que llaman patio interior de mi edificio tengo conocimiento del desacuerdo continuo que ambos presentan frente a la educación de la niña, pero extrañamente, para este tema, combaten en el mismo bando. Debieron conocerse en el Primer Congreso de Parlantes de Idioma Único. ¿Acaso crea alguna dificultad en la menor el hecho de tener más posibilidades de comunicación oral que su padre y su madre? Técnicamente, cualquier infante puede aprender dos o tres lenguas en pos de una sin un aumento proporcional de esfuerzo mental por su parte (cualquier infanta también, con ayuda de media docena de logopedas a full-time, pagados por, entre tantos otros, mis bolsillos... almas caritativas que somos, joder) así que, por favor, deja que tu hija use la lengua. Las lenguas. Que sea ella quien elija qué quiere hablar, cómo hacerlo y con quién, como todo hijo de vecino.

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