COMO AYER

a pesar de los doscientos versos que nunca encontraron sitio
entre los pliegues y otros destinos
que pensé mucho más asequibles; demasiados entresijos,
a pesar de las miles de letras que se ordenaron incorrectas
entre las palabras y algunas frases ineptas
que ni pensé previo a decirlas; intermitente conciencia.
a pesar de los millones de pestañas perdidas buscando luego
entre otros destinatarios y algún deseo
que se resiste a pensar en cualquier cosa que le dé miedo;

sólo nos queda pisar el suelo


NOCHES, DÍAS DE ESPLENDOR

Vivo en un mundo que desconozco, con gente que me es extraña, en una ciudad que no es mía.
Camino por un carril que no repito, a pesar de trazarlo cada mañana;
a pesar de las distintas poses, la mirada es siempre fría.
Pestaña amarilla.
Gracias nunca fueron consuelo, como mucho a la monarquía,
pero no soy yo bufón, ni anhelo (se ve),
mañana seguramente será otro puto día.


NAUFRAGAR EN EL DESIERTO

El pasado 22 de marzo fue el día mundial del agua. No del 70% del que estamos formados los seres humanos, sino del 70% que cubre la superficie del planeta.

Con motivo de ello, muchos de los diarios de mayor tirada se hicieron eco de la problemática, y adjuntaban al noticiario habitual un cuadernillo de varias hojas (elaboradas también con agua), donde se exponían los diferentes proyectos que están llevando acabo algunos países para mejorar la gestión de los cada vez más escasos recursos hídricos existentes a nuestro alrededor.

La idea es, en general, evitar situaciones como la actual, en la que en un solo día vertimos a esos ríos y lagos de los que luego la extraemos, una cantidad de contaminación igual al peso de toda la población mundial (y somos casi 7.000 millones de personas!). Es lógica esta preocupación, más que nada porque, si seguimos a este ritmo, en 25 años, la especie humana consumirá el 90% de los recursos de agua dulce existentes en el planeta.

Claro que las diferencias entre Norte y Sur son claras: una única descarga de la cisterna del inodoro que hay en el bar de abajo, muy probablemente usada para apagar la colilla que se quemaba sobre el portarrollos, supone un derroche de tantos litros de agua como el consumo total de un día para una persona que habite en un país en vías de desarrollo (me pregunto a qué desarrollo se refiere tal denominación). Si ese bar está en EEUU, la persona que tira de la cisterna consume al año un total de casi 2,5 millones de litros de agua, mientras que si es habitante del Yemen, el global consumido no llega a 620.000 litros.

Es necesaria pues esa investigación en pos de una gestión más adecuada, que vaya desde la depuración de residuos al ajuste del consumo; pero mientras los Estados subvencionen proyectos de grandes empresas que secuestran lagos y ríos, mientras se sigan tirando colillas a los retretes impunemente, mientras el malgasto y derroche del agua potable estén a la orden del día, y valga lo mismo un litro de agua usado para lavarse las manos en una guardería que uno para regar un campo de golf en mitad del desierto y, sobre todo, mientras la inversión económica más importante en este campo sea encontrar agua en otros planetas (siempre es bueno tener reservas de fácil acceso en caso de acabar con las nuestras), creo que lo que necesita una nueva gestión es nuestro propio cerebro.